
Utiliza tu talento en pro de los demás, tus derechos son carencias de otros
Allá por finales del siglo XV, un tal Leonardo, artista de gran reconocimiento en aquella época, vislumbró algo grandioso en su ambiciosa y alocada mente, algo que, de ser representado ante los ojos de los seres humanos, rompería la línea de la historia en dos partes, una antes y otra después de su nacimiento. Por más que lo trataba, no podía quitarse esta imagen de su cabeza: -Es bella si, pero llevará mucho trabajo y ya estoy algo anciano- se engañaba a si mismo con excusas que no hacían sino aumentar su intensidad- -Está bien, la llevaré a cabo, aunque no esté muy convencido de mi capacidad para ello- pensó finalmente. Con un gran montón de arcilla que reunió con esfuerzo comenzó su modelaje, mientras aprendices, familia y amigos se encargaban de ir de ciudad en ciudad buscando grandes cantidades de bronce con el que remataría la escultura final. Meses enteros transcurrieron viendo al bueno de Leonardo haciendo por reflejar tal bello pensamiento en tosca arcilla; y tras unos primeros intentos frustrados, parecía que aquello cada vez se iba ajustando más a lo que el perspicaz genio tenía enredado en sus neuronas. Toda la gente de los alrededores estaba al tanto, pues ya bien todos conocían las anteriores proezas artísticas de su talentoso vecino, y a sus oídos había llegado que ésta no tendría comparación alguna con ninguna de sus predecesoras, lo que hacía que aguardaran impacientes al día en que estuviera a punto. Gabriela, una pequeña de unos doce años solía pasar todas las mañanas a eso de las doce y media cerca de la ventana donde Leonardo trabajaba, y con disimulo asomaba su rubia cabellera para contemplar sus avances diarios; ni siquiera el Domingo rompía con esta rutina.
Ocho meses más tarde, tras incontables horas de trabajo, casi setenta toneladas de bronce almacenadas y ciertos atisbos de belleza en el boceto de arcilla, Leonardo anunció algo inesperado: abandonaría sus intentos de terminar cualquier tipo de escultura. Estaba cansado ya, además no necesitaba el dinero que podría sacar por ella, ya tenía bastante. -Rápido, llevaos todo el material y deshechadlo, no quiero tenerlo cerca de mi vista- ordenó a sus discípulos. Cuando se enteraron, Gabriela y todos los vecinos corrieron hacia la casa del frustrado artista para pedirle explicaciones. -¿Es que no puede hacer uno lo que le venga en gana con su trabajo?¿qué explicaciones os debo yo a vosotros?- respondió Leonardo a miles de voces que gritaban desesperadas. La niña tomó la palabra y le contestó: -Como tu dices, era tu trabajo, y el que más esfuerzo debía emplear en él eras tu, pero créeme, desde que anunciaste lo que pretendías hacer, todo el pueblo sabía que tarde o temprano iba a ver algo grandioso. Tenías que haber visto el efecto que causaste en los demás, un ambiente lleno de vida se dejaba palpar entre nosotros, nos sentíamos capaces de hacer cualquier cosa que nos propusiéramos al ver tu tenacidad y perseverancia. Muchos buscaban inspiraciones para reflejar de algún modo su talento artístico, de ningún modo comparable al tuyo, pero lo hacían. Despertaste a la gente de sus sueños imposibles...- -Bueno, bueno- interrumpió Leonardo-, ¿y todo lo que he hecho anteriormente?, hay grandes y bonitos cuadros y obras circulando por las mejores exposiciones, ¿eso no lo valoráis?. De todas formas no entiendo cómo me echáis en cara esto por algo que solo es de mi incumbencia. Además... ¡si ni siquiera tenía forma todavía!- Tomó la palabra otra persona y dijo: - Tus palabras calan hondo en nuestros corazones querido vecino, no hay mucha gente, si no nadie, con unas destrezas similares a las tuyas, y yo personalmente daría mi brazo derecho por ser capaz de hacer una cuarta parte de lo que tu has conseguido ya; pero te digo sinceramente que hasta el día de hoy imperaba en nuestra conciencia un gran sentido de unión con todas tus obras; nuestro día a día se alimentaba en buena parte sabiendo que Leonardo compartía su talento con el pueblo, con sus iguales. Todos lo hacíamos nuestro porque pensábamos que así era. Como bien dices, eres libre de hacer lo que quieras, pero recuerda siempre que quien guarda sus dones para sí o los emplea para su único beneficio tendrá que construir forzosamente una irrealidad en su conciencia que le guarde de la angustia de todo el amor y la ilusión que podría haber transmitido, pues la naturaleza humana permite solo mediante éste amor encontrar la verdadera felicidad; puedes dar vida con tu talento o llevártelo a la tumba; un verdadero ambicioso elegiría lo primero-.
Nuestro sistema nos ha colocado en el lado mas pesado de la balanza, y nos impulsa a seguir cogiendo del otro para desequilibrarla aún más a nuestro favor.
Si no eres valiente y no caminas por su barra de unión para nivelarla contribuirás como uno más a tanta injusticia.